Lo titánico, desde sus inicios arcaicos es considerado algo oscuro y marginal. No obstante, parece conformar un aspecto esencial de la naturaleza humana. Quizá los griegos al crear la estructura inespecífica de los titanes, intentaban hacer referencia al lado oscuro e inexplorado por la civilización, el lado oscuro del alma: repleto de pulsiones, sentimientos, fantasías e instintos posiblemente de carácter bizarro, lleno de derroches propios de la conducta titánica, que habían sido enviados fuera de la consciencia, a un lugar inexplorado en la mente.
Los griegos, en su intento por entender la naturaleza humana, proyectaron los conflictos psicológicos internos propios del ser humano. Por un lado, en la era primitiva de la mitología se encontraban los Titanes, criaturas de forma indefinida, identificados por el caos y la anarquía. Por otro, se encuentra la caída de estos y el surgimiento de los doce Dioses Olímpicos liderados por Zeus, quien brinda orden al reino de su padre Cronos y a la desestructuración que existía incluso antes de este último, siendo el caso de Urano su padre y Gea. Sería curioso entonces, plantear la analogía entre este caos/orden y el constante conflicto de los humanos con el consciente e inconsciente. En otras palabras, usualmente los contenidos reprimidos, que se encuentran en el inconsciente, por defecto siempre saldrán a la mente consciente. Con esto, se quiere decir que ambas instancias psíquicas funcionan como fuerzas repulsivas. Mientras un contenido se reprima con gran esfuerzo, este va a querer salir a la luz aún más. La mente consciente entonces, refiriéndonos al Yo de Freud, es el gran mediador entre estos impulsos y pensamientos reprimidos, generalmente no aceptados por la sociedad, que desean ser conscientes.
Es por esto que, la creación mitológica de los griegos no solo es un intento por entender la naturaleza propia y sus fenómenos, sino que también, en este intento por explicar el mundo, proyectaron el conflicto primordial que rige a todo ser humano civilizado: la pelea entre nuestras pulsiones y las reglas, normas y pautas de la sociedad en la cual nos encontramos inmersos. Los Dioses entonces, se podrían considerar como una proyección de la propia conflictiva humana por naturaleza. Los titanes representarían la prehistoria, el predominio de instintos, impulsos, pulsiones: “el renacimiento psíquico” que menciona López Pedraza; el caos que gobernó antes de la instauración de una civilización, tal como el tiempo de Cronos, la época antes de la generación de Zeus, antes del nuevo orden, donde los dioses eran salvajes y no existía ley alguna: no hay normas, no hay límites.
Enlazando ahora lo anterior a Jung, su teoría explicaba que existía un inconsciente colectivo, el cual se podría entender como una “herencia psíquica”: el reservorio de nuestra experiencia como especie, conocimientos que todos los humanos comparten pero nunca son completamente conscientes de ello. Este inconsciente está conformado por los arquetipos, y, en consecuencia, los arquetipos constituirían los contenidos que son reprimidos. Esta represión es contundente y envía dichos contenidos lejos de la mente consciente, se les envía a un lugar donde nadie puede pasar, un escondite de recuerdos, como Zeus cuando impuso orden en el Olimpo y envió a los titanes al Tártaro, reprimidos, aislados ahora de la nueva generación.
En consecuencia, hoy en día se comparte universalmente un comportamiento titánico. Esta conducta vendría siendo, según Jung, un arquetipo. Desde las guerras medievales o conflictos entre pueblos mucho antes de esta era, se puede observar tal comportamiento: los hombres, para reafirmar la conquista de un nuevo territorio, abusaban sexualmente de las mujeres del pueblo tomado. No obstante, hoy en día se refleja del mismo modo cómo han quedado rastros del comportamiento titán en adolescentes y adultos que viven una vida sin límites, donde no hay norma a la cual se adapten, “la desmesurada virilidad de los titanes, tal y como la percibieron los griegos, puede observarse en el pequeño titán de hoy” (López-Pedraza, 2001, p. 18). Además, es necesario retomar que, estos arquetipos, al ser inconscientes, saldrán a la mente consciente de alguna u otra manera. Y desde nuestros ancestros, heredamos ese comportamiento titánico, tal y como quisieron reflejar los griegos al crear el mito de los Titanes y los Dioses de la nueva generación.
A pesar del deseo de salir al consciente de estos arquetipos, la mente humana, afortunadamente posee maneras de defenderse de tales pensamientos mediante los famosos mecanismos de defensa que conceptualizó el Psicoanálisis. Sin embargo, estas defensas pueden traer consecuencias problemáticas del mismo modo: se requiere de gran esfuerzo mantener aislado a un titán, mencionado por el mismo Jung (1968) “Encadenar al Titán equivale a reflexionar sobre la naturaleza titánica … el encadenamiento debe ser constante, porque es necesario refrenar esa parte aceleradamente titánica de nuestra naturaleza” (p. 30). Dichosamente, hoy en día se cuenta con la ayuda de la psicoterapia, donde se podrá analizar la jerga titánica que escondemos o de las cual nos protegemos. Descubrir qué hay detrás de ese discurso y de las “lacunae” o vacíos en la mente humana, es el objetivo de la psicoterapia. Por lo tanto, la única manera de poder tener control sobre nuestros actos es simplemente, estar conscientes de nuestro propio titanismo.
Daniela Mendoza
Referencias:
Jung, C. (1968). Consideraciones sobre la historia actual. Madrid: Edit. Guadarrama.
López-Pedraza, R. (2001). Ansiedad Cultural. (2da Ed.). Caracas: Festina Lente.